Dispensario Médico Santa Isabel Manuel Solórzano Sánchez

 

UN RECUERDO DELICADO

 

En la sala de Juntas del Dispensario, sobre un pequeño pedestal, hay un busto del Doctor Carlos Vic que supo dar su vida a esa obra. En otra de las dependencias, en la primera del Dispensario, hay otro busto, el de una señora que dispensó su protección a la Institución. Es el busto de S.M. la Reina doña María Cristina, cuyo recuerdo conservan estas damas donostiarras con la más respetuosa devoción. Así lo escribía Alfredo Antigüedad.

En otro artículo del Diario Vasco del 15 de Febrero de 1955, escribían del Dispensario de Santa Isabel: Tenemos que destacar la obra magnífica que viene realizando en nuestra ciudad el Dispensario de Santa Isabel en la calle San Francisco nº 52 bajo del barrio de Gros, entidad que se dedica a asistir gratuitamente a los enfermos pobres, la más antigua de San Sebastián y una de las primeras de España.

Con motivo de la aplicación de la vacuna antivariólica, diariamente, por las tardes, vienen prestando dicho servicio, gratuitamente, a un promedio de 1.200 a 1.400 personas.

El Dispensario de Santa Isabel nutre sus ingresos con las cuotas de cuantos señores médicos, practicantes, enfermeras, etc., que prestan sus servicios gratuitos, así como con diversas subvenciones oficiales. Recogemos esta simpática noticia resaltando la labor que en el barrio de Gros viene realizando esta entidad, labor meritísima y de profundo sentido cristiano.

 

Un periodista de Madrid 1918 "Cyrano"

Una institución, orgullo de San Sebastián, era el Dispensario de Santa Isabel que en épocas en las que no existía el seguro de enfermedad atendía diariamente a pobres y menesterosos necesitados de atenciones médicas.

No todo eran fiestas, toros, bailes compañías de teatro, playas, conciertos, ... en aquel San Sebastián veraniego y turístico de hace 80 años (1918). Los cronistas de la época que recogían en sus escritos aquel mundo festivo de entonces, no se olvidaban de otros aspectos de un San Sebastián ejemplo de humanidad y de caridad. Uno de aquellos cronistas, Cyrano, escribía que las muchachas que figuraban en las fiestas no sólo pensaban en el novio, en el baile, en el golf, en el cine, en el tenis.

También tenían otras preocupaciones y muchas de las horas del día lo pasaban ejerciendo obras de caridad. Y ponía por ejemplo del Dispensario de Santa Isabel, que entonces estaba en la calle Larramendi, número 27, esquina Easo.

Sobre las tres y media hice mi entrada en el Dispensario. Muchas de las gentiles señoritas que solemos hallar en los sitios de diversión, encontrábanse allí con su uniforme de enfermeras, curando a gentes pobres sus repugnantes llagas, sus ojos purulentos, sus heridas, ulceraciones, etc... ¡Un horror! Y todo ello sin ese nerviosismo de la mujer histérica, sin la morbosa exaltación de quien cumple ese menester por los azares de la moda. Aquellas muchachitas cumplían su misión voluntariamente, con serena conciencia, con franciscana abnegación. Ancianos, mujeres, hombres fuertes, débiles criaturas, todos estaban atendidos con fraternal solicitud, con palabras de dulzura, de aliento, de esperanza.

El Dispensario de Santa Isabel fue fundado por el Ilustre médico Charles Vic, el popular y muy acreditado doctor Vic, que acudía diariamente a este centro. Contaba con la colaboración de varios médicos que se repartían el trabajo según sus especialidades. Dirigía el benéfico establecimiento la Directora, una monjita Dominica, Sor Renée (Renata), todo nervio en su cuerpo menudo, ejemplo vivo de actividad, de generosa entrega, que estaba en todas las salas. Acudía a todas partes con la celeridad del rayo resolviendo con rapidez cuantas cuestiones la consultaban.

Regía el Dispensario una Junta Directiva formada por señoras, Presidenta doña Inés Brunetti, Vicepresidenta la señora de Rezola, Tesorera la señora de Vic, Vicetesorera la señora de Borie, Secretaria la señora de Tejada y Vicesecretaria la señorita Pilar Novallas.

Todos los jueves, había consulta de oftalmología por el doctor Augusto Harriet a quien ayudaban las señoritas Clara Pardiñas, María Borie, Mercedes Novallas, Blanca Martínez, Asunción Mendizábal y Renné de Maricourt.

De otorrinolaringología había consulta los viernes, a cargo del doctor Luis Olalde que contaba con la colaboración de doña Luisa Ruiz de Díaz y de las señoritas María Luisa Novallas, María Francia, Consuelo Machimbarrena y Cristina Miret. Y los martes y sábados, se destinaban a medicina general, por los doctores Carlos Vic y Luis González Ayani, secundados por las enfermeras designadas por las señoras de Ochoa, Carrasco, Lamarca, Leyun, Masarasa, Maldonado y viuda de Arteaga y las señoritas de Peñaflorida, Goyeneche, Canalejas, Amilibia, Lola Peña, Mariquie Laffitte, Sofía Miret, Cristina Sánchez, Belén y Lolotte Machimbarrena, María, Conchita y Pepa Quintana, María Urdampilleta, María Pedroso, Isabel Rivera, Marichu y Carmen Juantegui, Margarita Ayani, Marichu Londaiz, Beatriz Besselere, Leonor Montero de Espinosa, Rosita Orbegozo y Mari Flor y Pilar Caudilla.

 

Consulta del otorrinolaringólogo doctor Antonio Arrieta.

 

Este grupo de enfermeras voluntarias, cambiaban todas las semanas por riguroso turno de función siendo destinadas a medicina general, cirugía, esterilización, curas, inyecciones, ventosas, etc.

Era muy grande el culto que en el Dispensario se rendía a la caridad, pero no era menor el que se tenía a la limpieza. La limpieza, la asepsia, era proverbial. La blancura de suelos y paredes era inmaculada. El funcionamiento de la estufa de esterilización era continuo. Los guantes de caucho estaban constantemente en danza. Los aparatos, instrumentos y ropa podrían figurar en vitrinas de una exposición.

Aquel pequeño grupo de enfermeras lo formaban señoras y señoritas cuyos nombres nutrían las crónicas que entonces publicaban los periódicos sobre reuniones, fiestas y saraos en el Golf, en el Tenis, en los bailes aristocráticos del Casino y del Hotel María Cristina.

En la vida de aquel San Sebastián de 1918 había algo más, mucho más, que bailes y noviazgos, tenis y golf ...

(Artículos del Diario Vasco, 23 de Abril de 1988 y 16 de Mayo de 1998 Koxkas)

 

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